EL FUTURO EN NUESTRAS MANOS.
Los consumidores debemos hacernos conscientes de nuestro poder.
Cada vez son más las personas que se van concienciando de los daños que nuestro sistema de vida está ocasionando a nuestro planeta, y a muchos de nuestros congéneres, y de la necesidad de adoptar medidas tendentes a evitar males mayores. Otras muchas todavía viven en la inopia, ajenas a cualquier ilusión de futuro y luchando por su propia supervivencia diaria en un mundo cada vez más desigual e injusto. Pero esto no es casual ni fruto de un orden divino, este es el resultado de la interacción de todos y cada uno de nosotros, de nuestra alocada manera de vivir y consumir, y por eso, podemos revertirlo.
Ante la magnitud de los retos que se nos plantean de cara al futuro no vale caer en el desánimo ni en la resignación, porque sí, sí se puede cambiar y enderezar el rumbo. La mayoría de nosotros vivimos inmersos y dispersos en nuestros problemas diarios (trabajo, necesidades, familia, expectativas, planes de futuro, …), pero si interiorizamos la necesidad de cambio y como consumidores actuamos contra aquellos intereses económicos que nos llevan al desastre podemos hacer un mundo mejor para todos. Y no se trata de renunciar a grandes cosas, sino de cambiar muchas cosas pequeñas que no afectarán sustancialmente a nuestra calidad de vida actual, pero que sin duda contribuirán a que dejemos a nuestros hijos y nietos un espacio donde desarrollar sus vidas dignamente y con calidad.
Las últimas décadas han sido lamentables para el desarrollo de la humanidad. Los avances de siglos se están revirtiendo a favor de unas élites desalmadas y en contra de una creciente masa de pobres y desahuciados. Cada vez son más asquerosamente ricos los grandes ricos y más miserables los pobres.
Actualmente, el 1% de la población mundial es tan rica como el 99% restante. Y esto no es resultado de la economía de mercado, sino de una economía de la usurpación y la expoliación.
http://economia.elpais.com/economia/2015/10/13/actualidad/1444760736_267255.html
Los gobernantes elegidos por los inocentes votantes han facilitado a las grandes fortunas y a las grandes corporaciones convertirse en apátridas refugiados en paraísos fiscales, eludiendo sus obligaciones de contribuir a la redistribución de las riquezas y a una mínima solidaridad con sus exconciudadanos.
Y ¿qué podemos hacer los ciudadanos además de no votar a gobernantes que favorecen a las élites en contra de las mayorías? Pues por ejemplo, podemos no consumir productos fabricados por multinacionales que subcontratan a empresas en países en vías de desarrollo que explotan a sus trabajadores, ni los de aquellas empresas que no tributan en los países en los que generan sus beneficios, ni a las que destruyen el planeta, ni a las que patentan semillas mientras millones de seres humanos pasan hambre, ni a las que no liberan patentes de fármacos que pueden salvar miles de vidas,